Aquella
multitud de
sucintas historias que tan mala y rápidamente había narrado al pequeño grupo que le acompañaba daba una idea del motivo por el que era afición de muchos
hollar su figura, la de un hombre encogido, encorvado y con una voz tan vivaracha e infantil que se podría asemejar a la de un niño. Poco más recuerdo de este hombre de
antología, a excepción de un pequeño detalle: ese era yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario